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julio 16, 2015 9 comentarios

Dormir bien para trabajar mejor

Llega la medianoche y el cansancio nos empuja a la cama. Leemos un poco, chequeamos el último mail del día, damos vueltas… Pero una noche más nos ataca el insomnio. Son las tres, y no hay caso. El estrés del día impide conciliar el sueño. Y la situación se hace peor cuando sabemos que en tres horas suena el despertador. Al fin logramos dormirnos… Y la alarma de nuevo. Otro día de cansancio.

¿Te suena esta situación? Vivimos tan agitados y con tantas cosas para hacer en tan pocas horas, que vamos quitándole tiempo al sueño o, peor, cuando queremos descansar estamos tan acelerados que no lo logramos. Pero así como hacer ejercicio y comer saludablemente  son clave para el bienestar laboral, también lo es dormir bien. Y eso no tiene que ver solamente con la cantidad de horas que durmamos, sino con el descanso que logremos. Dormir y descansar no necesariamente son sinónimos. Lograr que lo sean nos ayudará a tener una rutina de trabajo mucho más satisfactoria y productiva.

 

Los beneficios de un buen descanso (y las consecuencias de dormir mal)

Todos conocemos las consecuencias inmediatas de no dormir bien: pereza, dolor de cabeza, irritación, lentitud de respuesta. Una jornada de trabajo sin haber descansado bien puede llegar a ser tortuosa; además de que no se tiene el mismo rendimiento ni energía.

Pero las consecuencias de dormir mal pueden ser, a largo plazo, mucho más complejas, afectando no solo el ámbito laboral. Los problemas para dormir pueden derivar en los llamados “trastornos del sueño” como el insomnio, la narcolepsia, el sonambulismo o la apnea (interrupciones de la respiración); que si bien son fácilmente detectables, requieren un tratamiento.

¿Por qué es tan importante dormir bien? Básicamente, porque dormir cumple  una función vital muy importante a nivel físico y mental: cuando dormimos, se regeneran células y la mente se relaja para estar “como nueva” al otro día.

Un buen descanso no solo es beneficioso a nivel anímico (estamos de mejor humor y más productivos), sino también contribuye a aumentar las defensas, por lo que reduce el riesgo de enfermedades (desde una gripe hasta problemas cardiovasculares o diabetes).  De hecho, según un estudio de la Asociación Americana de Trastornos del Sueño, hay una relación directa entre el ausentismo laboral por enfermedad y el mal sueño. Se detectó mayor ausentismo en personas que dormían menos de seis horas diarias o más de nueve. Sí, el exceso de sueño también es contraproducente para el rendimiento laboral. ¿La duración perfecta del sueño? El estudio constata lo que tantas veces escuchamos: entre siete y ocho horas por día. Pero esas ocho horas deben ser de corrido, sin interrupciones ni pesadillas, para que el descanso sea realmente reparador.

 

 

¿Cómo detectar un trastorno de sueño?

Aunque los signos del mal sueño son evidentes (fatiga, mal humor, falta de concentración), es importante identificar los síntomas que nos revelan la existencia de un trastorno de sueño. Dormir pocas horas un día no significa que tenemos un trastorno serio, pero hay que estar alertas si aparece alguna de estas señales:

– Calambres en las piernas

– Cambios de postura y movimiento permanente durante el sueño

– Necesidad reiterada de ir al baño en medio de la noche

– Ronquidos (pueden indicar problemas respiratorios)

– Pesadillas frecuentes

– Despertares súbitos a lo largo de la noche

Los trastornos de sueño, a su vez, pueden estar revelando la existencia de otros problemas o enfermedades como el estrés, la ansiedad, la depresión, dolores musculares o problemas cardio-respiratorios. Por eso es tan importante prestar atención a cómo dormimos;  tomar medidas para dormir bien y, si los problemas persisten, consultar a un médico.

Guía para soñar mejor

¿Cómo mejorar la calidad del descanso? En primer lugar, hay que hacerse tiempo para dormir, respetando los horarios para acostarse y levantarse, de modo que se logren al menos siete horas. Acostarse y despertarse a la misma hora todos los días (también los fines de semana) ayuda a normalizar el sueño y que el organismo se adapte a esa rutina.

Lo que hacemos y consumimos a lo largo del día es determinante de cómo dormimos. Por eso, adoptando conductas saludables a lo largo de todo el día (y no solo a la noche) se puede ayudar a mejorar la calidad del sueño. Es importante un desayuno y un almuerzo bien nutritivos y hacer ejercicio a la mañana o a la tarde. Por la noche, es fundamental una cena saludable y liviana; y empezar a relajarse y desconectarse del trabajo un par de horas antes de ir a dormir. Reducir el consumo de líquidos también ayuda a un mejor sueño, sin interrupciones.

El café, el mate y el té son grandes enemigos del sueño (todos sabemos que  se usan para mantenerse despiertos), así que hay que evitar estas sustancias en las horas previas al sueño. Consumir alcohol pocas horas antes de dormir también es perjudicial, incluso aunque muchos crean que una copa ayuda a dormir. También hay que evitar fumar o hacer ejercicio antes de ir a la cama.

Por último, también hay factores externos (y fáciles de modificar) a los que quizás no les estemos prestando atención. Si despertamos con dolores musculares, quizás es hora de cambiar el colchón o la almohada. También es importante que todo el ambiente del dormitorio sea favorable: oscuridad, silencio y temperatura adecuada.

Y a nivel psicológico, aunque sea un poco más difícil, hay que intentar que nada nos quite el sueño. Hacer algo relajante antes de irse a acostar, respirar lenta y profundamente y tratar de no pensar en los problemas del día son buenas técnicas para conciliar el sueño.

Además de las horas obligatorias de sueño nocturno, cada vez más los médicos recomiendan una breve siesta a mitad del día (no más de media hora) para recuperar energías y reactivar el cerebro. Los masajes laborales también tienen una función reparadora que complementan el buen descanso para trabajar con más energía y disfrutar más la jornada.

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